6/3/1941 – 26/1/2001
SHIVAMAI fue el libro de oro en el cual yo aprendí a amar a mi Guru. Si bien la relación Guru-discípulo es directa y personal, uno debe aprender a amarlo, debe aprender a dejar de lado conceptos como, por ejemplo, aquellos que nos hacen verlo como una persona más y comprender a quién estamos amando bajo la forma del Guru. El adquirir la conciencia que es a nuestro propio ser interior, es todo un aprendizaje. Y para eso el mismo Guru nos instruye de diversas maneras; una de ellas es en compañía de otros discípulos.
Cuando conocí a Baba Muktananda hace 27 años, lo hice a través de Shiva pues no tuve la oportunidad de estar físicamente con Él; pero eso bastó ya que el reflejo del amor que ella tenía por su Guru brotaba de su ser y era una luz que nos enseñaba cómo era el amor de un discípulo, cómo debía ser la entrega y cómo seguir el camino si queríamos hacerlo.
Nada suple la Gracia de estar en presencia del Guru. Nada es más trascendental que el despertar de Kundalini por la Gracia del Guru. Sin embargo, mucha gente ve estancado su crecimiento espiritual luego de estas experiencias por no saber cómo mantener y acrecentar dicha Gracia.
Por eso yo agradezco tanto el haber estado junto a Shiva ya que ella fue siempre el referente en mi vida espiritual de aquello que debería hacerse, de aquello que mejor no hacer. Fue una buena amiga que estuvo para consolarme en mis momentos difíciles, que me tendió una mano cuando pedí ayuda y que compartió conmigo alegrías y pesares.
Pero fundamentalmente fue una excelente compañera y guía espiritual que siempre me dirigió hacia el Guru. Supo dejarme volar cuando lo ansié y permitirme estrellarme contra la pared cuando lo necesité. A fuerza de palos y caricias, con su amor consiguió sacar de mí lo mejor, lo más bueno y puro que yo podía entregar; abrió en mí una fuente inagotable de amor que aún sigue fluyendo por mi Guru.
Ella supo guiarme entre mis apegos y aversiones y mis ansias de liberación. Ella me enseñó que la relación Guru-discípulo se basa en la confianza, el respeto, la entrega y la gratitud. Confianza sin límites ni dudas en que el Guru desea y le da lo mejor a su discípulo; respeto mutuo entre ambos, hacia Sus enseñanzas y hacia los demás seres, ya que todo es Dios; entrega a la guía y al camino marcado por el Guru, ya que Él lo recorrió primero. Y gratitud, porque nunca será suficiente lo que podamos hacer a cambio de lo que el Guru nos da, esto es, el camino seguro hacia la realización de nuestro propio ser interior.
Y eso es lo que aprendí junto a Shiva, porque ella fue siempre un ejemplo de cómo servir al Guru. Con su actitud, en medio de los avatares de la vida cotidiana, supo mostrarnos dónde reside lo importante, lo trascendental de la vida. Y a pesar de convertirse en Maestra, siempre fue, con todo su ser, la amorosa discípula de su amado Guru, a quien entregó todo lo que ella era.
Hoy, muchos años después, conmemorando un aniversario más de su desaparición física, cierro mis ojos y puedo verla, radiante, mirándome con sus ojos llenos de luz; puedo oír su risa cristalina brotando de alegría mientras pronuncia mi nombre; y puedo, en fin, vibrar con su hermoso abrazo de oso alrededor de mis hombros. Y entonces, hoy, como siempre, puedo sentir que aún está con nosotros, que su corazón no nos dejó y que siempre podremos contar con ella para guiarnos en el amor del Guru.
Ravidas
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